Las falaces “Soluciones Basadas en la Naturaleza” no resolverán la crisis climática. Son puro maquillaje verde empresarial.

Publicado el 07/12/2021

En la COP26 todo mundo habló de ‘soluciones basadas en la naturaleza’ para la crisis climática. La presidencia de la COP de 2021 hizo de la naturaleza una de sus prioridades principales. Discursos de alto perfil de figuras como el Secretario General de la ONU António Guterres y el veterano ambientalista David Attenborough destacaron el enorme potencial de la naturaleza para ayudar a combatir el colapso del clima. De hecho, el primer así llamado compromiso de los líderes mundiales que surgió de la COP26 fue acabar con la deforestación.

Obviamente es una idea muy atractiva: tras décadas de inacción, la naturaleza puede venir a salvarnos del colapso del clima. Pero el concepto de ‘soluciones basadas en la naturaleza’ es un lobo con piel de cordero, uno que probablemente desemboque en violaciones masivas de los derechos de los Pueblos Indígenas.

 

 

¿Qué quiere decir ‘soluciones basadas en la naturaleza’?

Existen tantas definiciones de ‘soluciones basadas en la naturaleza’ para la crisis climática como existen iniciativas. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), una organización que cabildea a favor de tales supuestas soluciones, las define como “acciones para proteger, gestionar de forma sostenible, y restaurar los ecosistemas naturales o modificados, que abordan los desafíos sociales de manera efectiva y adaptativa, proporcionando simultáneamente beneficios para el bienestar humano y la biodiversidad”.

Esta definición es tan amplia que podría incluir plantaciones de monocultivos de árboles -un desastre para los pueblos y el planeta- tanto como la tan necesaria restauración de las turberas. Sin embargo, cabe destacar que la mayoría de las iniciativas basadas en la naturaleza hacen énfasis en la importancia de los aportes que hace la naturaleza a la captura o remoción de carbono -en otras palabras, la capacidad que tiene la naturaleza de remover y almacenar carbono de la atmósfera. Según la Asociación Internacional de Comercio de Emisiones, un grupo de presión por mercados de emisiones de carbono, estas “soluciones naturales para el clima” podrían “contribuir crucialmente al cumplimiento de las metas del Acuerdo de París”. Suena genial, ¿verdad?

‘Cero neto’ es una fantasía

Sin embargo, la promesa de ‘soluciones basadas en la naturaleza’ parte de dos suposiciones profundamente equivocadas.

En primer lugar está la idea de que las emisiones de carbono derivadas de los combustibles fósiles y la agricultura industrial pueden de alguna manera compensarse o removerse de la atmósfera para frenar el cambio climático catastrófico. Un ejemplo que viene al caso: para tener un 83% de probabilidades de mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de 1,5 grados Celsius respecto de la era preindustrial, sólo podrían emitirse 300 bn toneladas de carbono más –lo que equivale aproximadamente a seis años si se mantiene el nivel actual de emisiones. Llegar a cero emisiones –cero real— es de muchísima importancia. La responsabilidad histórica por las emisiones dicta que el mundo desarrollado debería hacer las reducciones más profundas e inmediatas conforme a la cuota parte justa que les corresponde.

El problema es que estos gobiernos y grandes empresas están eludiendo su responsabilidad aprovechándose de un resquicio en el Acuerdo de París que establece como objetivo lograr “un equilibrio entre las emisiones antropógenas por las fuentes y la absorción por los sumideros” –o dicho de otra manera, un equilibrio entre la cantidad de carbono que emitimos y la cantidad que se puede almacenar.

Esta propuesta, que originalmente debía aplicarse sólo a las emisiones que no pueden eliminarse por completo -como algunas de las generadas por la agricultura-, fue después tergiversada para permitir que los gobiernos y las grandes empresas sigan aumentando sus emisiones en las próximas décadas, apostando a la creación de tecnologías milagrosas que podrían absorber el carbono de la atmósfera.

Esto es lo que se denomina emisiones ‘cero neto’, y es en lo que se fundamentan miles de compromisos o promesas realizadas por un amplio abanico de países, desde el Reino Unido a  Arabia Saudita, el principal exportador de petróleo.

En definitiva, dichas tecnologías son una fantasía, y las/os expertas/os y científicas/os desacreditan activamente la mayoría de las tecnologías de remoción de carbono. Estas supuestas soluciones basadas en la naturaleza sólo cumplen la función de ofrecerles a los gobiernos y las grandes empresas una fachada amigable de relaciones públicas para sus infructuosos compromisos de reducción de emisiones a cero neto, que a la postre servirán muy poco para resolver satisfactoriamente la emergencia.

La segunda suposición de este enfoque es que la naturaleza puede almacenar suficientes emisiones de carbono para llegar a las metas necesarias. Pero aunque los bosques y los ecosistemas efectivamente almacenan carbono, forman parte de un ciclo natural del carbono que funciona en una escala temporal que se mide en décadas. Esto, por supuesto, dista mucho del carbono de los combustibles fósiles, que tardó milenios en gestarse, y apenas 200 años en quemarse calentando el planeta.

Las ‘soluciones basadas en la naturaleza’ valoran el lucro más que a la gente y los pueblos

Dada la nimiedad suprema de las ‘soluciones basadas en la naturaleza’, no es ninguna sorpresa que muchas grandes empresas como BP, Shell y Coca-Cola las hayan adoptado con entusiasmo como pilar clave de sus compromisos en materia climática. Con este respaldo empresarial efusivo, queda dolorosamente evidente que las ‘soluciones basadas en la naturaleza’ se están convirtiendo en una distracción, una forma de desviar la atención de los recortes drásticos requeridos de las emisiones de combustibles fósiles a fin de mantener el calentamiento por debajo de 1,5 grados Celsius.

Más allá de su ineficacia para hacerles frente a las emisiones desmedidas, una de las consecuencias más preocupantes e injustas de las ‘soluciones basadas en la naturaleza’ es el riesgo de que desencadenen una inmensa ola de acaparamientos de tierras en el Sur global, con grandes empresas y países por igual presurosas/os por plantar árboles y alegar propiedad sobre la tierra, el suelo y los ecosistemas como compensaciones de carbono.

ENI, una de las siete empresas petroleras más grandes del mundo y gran defensora de las Soluciones Basadas en la Naturaleza, está involucrada en un enorme proyecto de extracción de gas en Mozambique plagado de acusaciones de violencia, acoso y desplazamiento de las comunidades pescadoras locales. ENI sostiene que plantará millones de hectáreas de bosques a lo largo y ancho de África para compensar sus emisiones. Pero para las comunidades locales esto equivale a un doble acaparamiento de tierras –primero para la extracción de madera y luego otra vez más para un dudoso plan ambiental.

Este tipo de conflicto deja al descubierto de qué se tratan realmente estas supuestas soluciones: abrir nuevas avenidas para el control empresarial y el lucro. Por cierto, según los influyentes Principios de la ONU para la Inversión Responsable (PRI), “el valor potencial del mercado total [de soluciones basadas en la naturaleza] se estima en $7.7 billones de dólares... Esto abre nuevas y enormes oportunidades tanto para los promotores de proyectos como para los inversionistas” –y sin lugar a dudas las están aprovechando.

Se requieren soluciones concretas

Aunque los defensores de las ‘soluciones basadas en la naturaleza’ reivindican que estas “pueden proveer redituablemente el 37% de la mitigación de CO2 requerida hasta 2030”, el documento académico en el que se basa esta cifra hace suposiciones colonialistas perturbadoras. Por ejemplo, aproximadamente la mitad del potencial de mitigación que reivindican se deriva del cultivo de plantaciones de árboles en cerca de 800 millones de hectáreas de tierras –una superficie aproximadamente equivalente al tamaño de Australia- sin ninguna reflexión acerca de las violaciones de derechos humanos a las que podría dar lugar si estas tierras se le arrebatan de las manos a las comunidades locales.

El hecho es que no necesitamos ‘soluciones basadas en la naturaleza’. Necesitamos cambios estructurales para frenar la destrucción de la naturaleza –por ejemplo, poner fin a la extracción. También es de vital importancia, tal y como sostienen las comunidades indígenas, valorar a la naturaleza por sí misma, en lugar de verla como un medio para un fin, que es la mismísima lógica que apuntala la crisis climática.

En vez de presionar por respuestas fantásticas ante la crisis climática en la COP26 y más allá, los países desarrollados -que le han infligido una cantidad desproporcionada de daño al planeta- deben hacer recortes profundos e inmediatos de sus emisiones de carbono y actividades contaminantes. También deben comprometer billones de dólares al financiamiento para el clima y la reparación de pérdidas y daños para el Sur global. Pero más allá de estas medidas vitales para resolver la crisis, es crucial que no sólo se haga énfasis en las percepciones y conocimientos de los Pueblos Indígenas, sino que se protejan y garanticen sus derechos, mientras ellos siguen protegiendo el mundo natural.

Kirtana Chandrasekaran es co-coordinadora internacional del programa de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra Internacional. Este artículo fue publicado originalmente en inglés por Novara Media en noviembre de 2021

Imagen: Willy Kurniawan/REUTERS.